I
Estoy perdido.
En un laberinto diseñado entre locuras.
Perdido.
Con un nombre en mi mente.
Retumbando.
Repitiéndose.
Perdiendo el sentido en lo que gana significado.
Como una canción.
En sueños aparece con frecuencia.
Pero nunca confiesa nada nuevo.
Despierto.
Es hora de morir de nuevo.
Con un nombre en mi mente,
Que rima,
con los mejores momentos de mi vida.
Crucé hasta el otro lado del mundo.
Buscando un lugar en que fuese seguro pronunciarlo.
Su nombre, insistente.
Como una canción.
De vez en cuando me dan ganas de arruinarlo.
De vez en cuando siento deseos de saltar hasta el final.
De vez en cuando me pregunto,
Si esta será la tónica por el resto de nuestra vida.
II
Tengo un poemario.
Que habla de tragedias y desamores.
Lo de siempre, sino.
Repleto con su nombre.
Y una lista enorme de dedicatorias.
Desconocidas, ¿por qué no?
El karma danzaba por las calles.
Siempre en guardia.
Respondió bajo su nombre.
Como una canción.
Insinuando.
Sugiriendo.
Que aún la sigo amando.
De vez en cuando me dan ganas de pensar que amar no hace daño.
De vez en cuando siento deseos de creer que amarme no es imposible.
De vez en cuando me pregunto,
Si realmente no existe nada mejor que esto.
III
Estoy perdido.
Con un nombre en el vacío.
Pronunciado en miles de lenguas.
Asociado a millones de estrellas.
Persistente.
Doloroso.
Decepcionante.
Provocativo.
Como una canción.
Y pienso.
Cuando pronuncies mi nombre,
Quiero que tus labios tiemblen.
Que tus manos suden,
Mientras juegan con el cabello en tono nervioso.
Cuando escuches mi nombre,
Quiero que tus ojos se cierren.
Que la espalda te pese,
Mientras dejas de lado todo lo que haces.
Para recordar.
Para contemplar.
Para velar.
Mi nombre.
Como una canción.